El vino no es una moda, pero si algunos accesorios, como el decantador o decanter en inglés. Subidos a esa moda, hay quienes decantan todos los vinos, los que lo necesitan y los que no, simplemente porque les gusta cómo queda en la mesa. Pero la verdad es que la función primordial de un decantador es la de trasvasar el vino tinto para separarlo de los sedimentos que con el tiempo puedan haberse depositado en la botella.
Parte del color, los aromas y la estructura de un vino está compuesta por partículas que se encuentran en estado líquido y que, con los años, tienden a solidificarse y a decantarse. Entonces, es necesario separar el vino limpio de estos sedimentos que, si bien son naturales e inocuos, molestan y ensucian la copa. Esto sucedía particularmente con los vinos de antes, pero la tecnología actual hace cada vez menos necesario su empleo.
Un decanter también se usa para oxigenar vinos concentrados como los que producen la Argentina y Chile, y suavizarlos un poco. Para esto sirve la parte inferior del decanter, que es amplia para lograr una mayor superficie de oxigenación. De todas maneras, es mejor oxigenar un vino en la copa ya que es la única manera de apreciarlo en todas sus facetas.
Es posible que si piden un vino de un precio un poco elevado en un restaurante, el camarero o sommelier ofrezca decantárselos. Si es un vino joven y las copas son las adecuadas, niéguese amablemente. Girar su copa suavemente cada vez que se lleve el vino a la boca permitirá airear el vino mientras lo disfruta.
Pero si el vino elegido tiene alrededor de cinco años y es de esos concentrados de buena calidad, entonces sí vale la pena decantarlo.
Nunca hay que decantar los vinos añejos porque son muy frágiles y una oxigenación importante podría dañarlos para siempre. El bouquet de los vinos con mucho tiempo en botella hay que saber apreciarlo desde el descorche hasta la última gota.
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