Y de cocina no se habla sólo por las pinturas que retratan alimentos y objetos cotidianos que tienen que ver con la cocina, sino que también se evoca el mundo de las relaciones sociales que pasaron por los locales símbolos del vanguardismo de la época como El Quatre Gats de Barcelona, o el Lapin Agile, en la colina de Montmartre, durante el período que el artista permanenció en París. Lugares emblemáticos de una época atormentada, como el restaurante Le Catalan, no lejos de la calle Grand Augustins, que Picasso solía frecuentar durante la ocupación alemana, para encontrarse a comer con amigos.
La exposición de Barcelona
Elecciones no ciertamente casuales para un artista que siempre atribuyóo a la comida un papel metafórico muy evidente, dejándose inspirar tanto en las obras que pintó (La cocina, una pintura de 1948, tiene un título significativo) como en la redacción de textos teatrales. En la muestra hay obras que enfatizan la presencia del elemento comestible, como las naturalezas muertas que juegan sobre el contraste entre la opulencia de una mesa bien puesta y los tiempos difíciles de la Segunda Guerra Mundial. Pero también hay espacio para documentos y escritos poéticos en los que el artista a menudo sugiere el vínculo entre el gusto y el erotismo. Y luego las esculturas, muchas realizadas a partir del ensamblaje de utensilios de cocina, en un recorrido subdividido en secciones temáticas que van desde la cocina catalana hasta la cocina cubista, recuperando también el llamado manifiesto de la cocina cubista.
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