Hasta la década de 1970, las grasas eran demonizadas sin distinción y señaladas como las principales culpables de la obesidad y las enfermedades del corazón. Sin embargo, los cardiólogos, diabetólogos y nutricionistas han comenzado a reevaluar y rehabilitar su rol. A partir de ese momento se inició una auténtica revolución que permitió distinguir e identificar los tipos de grasas útiles para la salud y las potencialmente nocivas. Los hidratos de carbono, en cambio, pagaron las consecuencias, ahora considerados directamente responsables del aumento de la masa grasa y de la aparición de las conocidas complicaciones metabólicas. Entonces, ¿las grasas engordan? Veamos.
Funciones y beneficios
Las grasas, o lípidos, son nutrientes esenciales para el cuerpo humano: según las directrices deben ocupar el 30% de las necesidades calóricas diarias y representan la fuente energética de máximo rendimiento, con unas 9 Kcal por gramo.
También intervienen en la síntesis de numerosas moléculas esenciales para nuestra supervivencia. Por ejemplo:
- todas las hormonas necesarias para el correcto desarrollo sexual tienen como base una grasa, el colesterol;
- todas las células están revestidas con una fina membrana hecha de grasas;
- el sistema nervioso se compone principalmente de grasas;
- muchas vitaminas son realmente grasas.
¿Son todas iguales?
Pero si es cierto que las grasas son un elemento imprescindible en la dieta del hombre, también es cierto que hay que saber elegir las adecuadas.
De hecho, los lípidos no son todos iguales y se dividen en ácidos grasos saturados e insaturados.
- Los ácidos grasos saturados, especialmente los ricos en ácido araquidónico, son potencialmente peligrosos para la salud humana. Se encuentran, por ejemplo, en las grasas visibles de la carne o alrededor del jamón y, si se comen en grandes cantidades o se exponen a altas temperaturas, pueden contribuir al desarrollo de reacciones inflamatorias.
Los ácidos grasos monoinsaturados, como el ácido oleico del aceite de oliva virgen extra, y los ácidos grasos poliinsaturados, como los de la serie Omega-3 presentes en algunos pescados, ejercen en cambio una acción antiinflamatoria y neuroprotectora.
El secreto del bienestar reside en el equilibrio entre los distintos tipos de grasas. Por ello, las principales sociedades científicas sugieren mantener la proporción de 1:3 entre saturados e insaturados y no superar los 250-300 mg de colesterol al día.
Grasas vs. carbohidratos
Numerosos estudios demuestran que un exceso de hidratos de carbono sobre el de grasas provoca un aumento más rápido del peso corporal, estimulando la síntesis de hormonas con marcada actividad lipogénica como la insulina.
Además, en una fase de adelgazamiento, mantener un mayor contenido de lípidos a expensas de los hidratos de carbono contribuiría a un descenso más rápido del peso corporal.
Sin embargo, un exceso de grasa sería sin duda un problema para la salud humana, contribuyendo no solo al aumento de peso sino también a la aparición de diversas enfermedades.
Al mismo tiempo, la ausencia de grasas podría comprometer seriamente nuestro estado de salud, socavando el normal crecimiento y funcionamiento de importantes sistemas como el sistema nervioso.
Por eso se recomienda siempre confiar en los profesionales de la nutrición para evaluar las estrategias ideales para cada organismo.
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