Sin embargo, el poderoso emperador no quería que sus preciadas divisas -el oro- quedaran en manes de comerciantes venecianos. Prusia es tierra árida. No produce más que guerreros. Federico promulgó un edicto en donde aconsejaba, es decir, ordenaba a su pueblo alimentarse con sopa de cerveza, como lo habían hecho siempre sus antepasados.
Así siguió la cosa hasta que el astuto Federico obligó a pactar a los intermediarios itálicos y consiguió el monopolio del comercio del café para la corona. Federico compraba al por mayor y vendía al por menor.
Y el café entró en Alemania. Un pueblo que nunca supo tomarlo bien. El café alemán es lo más parecido en el mundo al estadounidense: gusto a nada en un brebaje insípido, casi incoloro e inodoro. Del gélido norte solo deben retenerse las recetas alcohólicas. Como la del pharisaer, por ejemplo.
Pharisaer
Para una persona:
1/2 cucharadita (de té) de azúcar
1 taza de café caliente
2 a 4 cucharadas soperas de ron
2 cucharadas soperas de crema batida.
Se echa el café primero, el alcohol después y luego la crema sin revolver.
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