Oscar Wilde y sus dichos culinarios

"Cuando estoy realmente en problemas, cómo puede comprobar cualquiera que me conozca, rechazo todo excepto de comer y beber".

En su sencilla profundidad, esta es sólo una de las memorables frases para conocer una mente brillante: la de Oscar Wilde, escritor, poeta y dramaturgo, pero también .

Precisamente por esto, buscando entre sus bromas, frases inconformistas y juicios cáusticos que pusieron a sus pies a la sociedad victoriana, encontramos diversos argumentos gastronómico.

Algunos ejemplosdel genial escritor

"La reputación más noble vale mucho menos que tener un buen chef".

"Quien conquista Londres conquista el mundo, y Londres conquista alrededor de la mesa del comedor".

"Después de un buen almuerzo, se puede perdonar a cualquiera, incluso a nuestros parientes".

"Odio a los que no toman la comida en serio, son demasiado superficiales".

"En el hogar de las personas casadas, el champán raramente es de marca".

Los dos últimos aforismos son tomados de "La importancia de llamarse Ernesto", la comedia, que anticipando temas y modos del teatro del absurdo, desenreda una trama veloz y rítmica, entre continuos intercambios de personas y personajes, moviéndose dentro de un humor involuntario y paradójico, típicamente inglés. Obviamente, en esta comedia, los dos solteros poco "honestos" resumen la esencia misma de la discusión, en la disputa pura y ancestral por la comida.

La gastronomía es un tema cultural, y los hombres educados e ingeniosos, ya sean chefs o poetas, lo saben, se burlan de nosotros, nos sonríen.

"Es un error condenar la gastronomía. La cultura depende de la gastronomía. El único tipo de inmortalidad que deseo para mí es inventar una buena salsa - y también repetía frecuentemente - No soporto a los que no toman en serio la comida. Todos los hombres son monstruos, no hay nada más que hacer que alimentarlos bien: un buen cocinero hace milagros".

Las bromas, frases y juicios de Wilde, fueron famosos como sus obras, llegando a cruzar rápidamente el Canal de la Mancha y el Atlántico, al punto que cuando el poeta fue a los Estados Unidos (1882), escuchó sus palabras en boca de todo el mundo.

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