Un vasito de agua caliente y miel nada más despertarse: para muchas personas ya es una costumbre, un poco como beber agua con cúrcuma, aceite de oliva virgen extra o agua con limón, una forma de asegurarse una buena reserva de energía y valiosos nutrientes. ¿Pero es realmente así?
No hay evidencia científica que demuestre que un vaso de agua caliente y miel por la mañana sea un elixir de salud. Pero es una buena manera de animar a la gente a hacer una elección definitivamente saludable: beber agua, hidratarse y consumir miel todos los días.
Los beneficios de la miel
La miel, de hecho, es un producto natural rico en propiedades. Contiene 304 kcal por 100 gramos, y está compuesto por un 80% de hidratos de carbono, en particular azúcares simples, glucosa y fructosa, y aproximadamente un 20% de agua. También es una buena fuente de vitaminas, sales minerales y polifenoles. A estos últimos compuestos la miel debe su actividad antioxidante: reduce el estrés oxidativo a nivel celular y los radicales libres. Esta actividad es muy importante para combatir diversas patologías crónicas, desde la obesidad hasta patologías cardiovasculares y tumores.
La miel también es antiinflamatoria, y sabemos que el proceso de inflamación está presente en muchas patologías. A nivel intestinal nutre las bacterias buenas. Por estas características, aunque es muy calórica, la miel también puede tener un efecto beneficioso sobre la obesidad, porque actúa sobre los múltiples factores que contribuyen a empeorar esta condición.
La miel -según los resultados de estudios in vitro- tiene un efecto protector sobre los tumores, porque tiene la capacidad de reducir la proliferación de células tumorales e induce la apoptosis, una forma de muerte celular programada de las células mutadas. También es un importante antibacteriano, eficaz contra el Helicobacter pylori, y protege la mucosa gástrica y diversas enfermedades gastrointestinales. Por último, la miel también es un buen sedante para la garganta.
Sin embargo, el hecho de que está compuesta en gran medida por hidratos de carbono exige moderar su consumo: las directrices de la OMS piden reducir los azúcares libres (es decir, los que se añaden a los alimentos) a menos del 5% de la ingesta calórica diaria total. Esto supone, para una persona que consume unas 1.800 kilocalorías al día, un máximo de 20 gramos de azúcar, es decir, 3 o 4 cucharaditas de miel a lo largo del día (y ninguna otra fuente de azúcares añadidos).
La importancia de la hidratación
Según los nutricionistas, un vaso de agua y miel también puede ser útil para mejorar la hidratación: siempre tendemos a beber menos de lo necesario (de un litro y medio a dos litros de agua al día), y un vaso a primera hora de la mañana puede facilitar la consecución de este objetivo diario. El hecho de que el agua esté caliente puede representar un beneficio: si la miel se disuelve en bebidas moderadamente calientes, sus beneficios pueden incluso potenciarse.
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