Las abejas acechan, pero el hombre se ha peleado con ellas desde siempre con tal de comer
un poco de miel.
Hace 4.000 años, por fin, babilonios y egipcios encontraron el truco y comenzó la apicultura.
En esos días, se aplicaban severas penas a quienes destruyesen una colmena.
En tiempos de Ramsés II, los altos, funcionarios recibían miel como parte de su salario y el dios del Nilo la exigía en sus rituales.
En las ceremonias nupciales, el esposo prometía darle a su mujer 12 recipientes de miel cada año (¿12 lunas de miel?).
Los griegos pensaban que la miel era el manjar preferido de los dioses y la usaron en rituales religiosos, pero también en medicina y mezclada con vinos.
Los romanos morían por el dulce. Tanto les gustaba la miel que un veterano de guerra podía vivir dignamente con la cosecha de miel que rendía un cuarto de hectárea.
Al comienzo de los banquetes servían el mulsum, mezcla preparada con cuatro partes de vino y una de miel.
Dicen que cuando el Emperador Augusto preguntó al octogenario, pero muy vigoroso, Polión, cuál era el secreto de su buena y prolongada salud, el orador y poeta respondió: mulsum dentro y aceite afuera.
Consejo que practicó el Emperador, que consumía mucha miel y pocas grasas y llegó a los 77 años, edad bastante interesante para la época.
Sin caer en exageraciones romanas, debemos convenir que la miel es un excelente endulzante natural, que se adapta a todo tipo de recetas dulces pero que también puede realzar con su aroma los platos salados.
Al enfriarse o envejecer, la miel natural se cristaliza y esta característica no afecta su calidad. Pero si prefiere un producto menos denso coloque el frasco sin tapa en el microondas y temple la miel durante 3 a 4 minutos en el nivel de cocción “Derretir”, al 20 % de potencia, removiendo de tanto en tanto y finalizando el proceso cuando la miel recupere la fluidez inicial.
Cuide que no se caliente demasiado porque pierde algunas propiedades.
Debido a su contenido de azúcares simples, de asimilación rápida, la miel es altamente calórica (cerca de 3,4 kcal/g), por lo que es útil como fuente de energía.
La miel tiene también muchas propiedades terapeúticas. Se puede usar externamente debido a sus propiedades antimicrobianas y antisépticas. Así, la miel ayuda a cicatrizar y a prevenir infecciones en heridas o quemaduras superficiales. También es utilizada en cosmética (cremas, máscarillas de limpieza facial, tónicos, etcétera) debido a sus cualidades astringentes y suavizantes.
La miel también se emplea en la medicina tradicional. Es un excelente conservante natural. Sin embargo, no siempre es saludable. Debido a que procede de flores silvestres, hay algunos momentos y lugares en los que la miel producida por las abejas es altamente tóxica.
Los rododendros y azaleas producen un néctar altamente venenoso para los humanos, aunque inofensivo para las abejas, que producen así una miel mortífera.
En algunas regiones del mundo, las colmenas se vacían inmediatamente después de la temporada de flores, eliminando cualquier residuo para evitar envenenamientos accidentales.
Existen historias del uso de miel venenosa como arma de guerra en la antigüedad, pero no son corroborables.
Dicha miel venenosa es muy difícil de encontrar. La forma de la flor de azalea hace que a las abejas le resulte difícil acceder al néctar, y en la época en la que florecen hay casi siempre otras flores más atractivas para las abejas.
Precauciones
La miel (al igual que otros endulzantes) puede ser también extremadamente peligrosa para los bebés. Esto se debe a que, al mezclarse con los jugos digestivos no ácidos del niño, se crea un ambiente ideal para el crecimiento de esporas que producen toxinas.
Las esporas del botulismo son de las pocas bacterias que sobreviven en la miel, pero se encuentran también ampliamente presentes en el medio ambiente.
Aunque dichas esporas son inofensivas para los adultos, debido a su acidez estomacal, el sistema digestivo de los niños pequeños no se halla lo suficientemente desarrollado para destruirlas, por lo que las esporas pueden potencialmente causar botulismo infantil.
Por esta razón se aconseja no alimentar con miel ni ningún otro endulzante a los niños menores de 18 meses, o hasta los 3 años de edad para mayor seguridad.
Comentarios sobre este artículo (0)