La elaboración de los platos coreanos se caracteriza por el slow food, la lentitud de sus cocciones. Tiene que ver con el amor y la dedicación que las mujeres y madres le imprimen al acto de cocinar. Por ende, el que come también tiene que esperar.
La característica de la mesa coreana es la multiplicidad de platos que se comen al mismo tiempo. Pueden ser 3, 5, 7 o 9 . Tres y cinco son para una comida rápida y a partir de siete, una más formal. A la hora de los pasos, hay bastante libertad, pero generalmente se comienza con una sopa individual y un bol de arroz como para humedecer el paladar y darle la neutralidad necesaria para disfrutar de las siguientes preparaciones. Se acompaña con té (de hierbas o de frutas) o con "la sopa de vida", que es el agua de la cocción del arroz.
Uno de los rasgos de la cocina coreana es la belleza y el uso de los colores. La filosofía oriental dice que cada color se relaciona con un órgano del cuerpo, y cada plato debe ofrecer una variedad de ingredientes que aporten balance a la salud. El amarillo del huevo o de la calabaza representa el estómago. El blanco está relacionado con los pulmones, y para ello utilizan cebolla o nabo. El verde o el azul aparecen en la espinaca y el pepino, y son buenos para el hígado. Los colores oscuros (marrón y negro) son para los riñones. Los rojizos ayudan a a circulación y el corazón. En la comida los colores son sutiles y las preparaciones no sólo tienen que tener buen sabor, aroma y aspecto, sino que debe ser buena para el organismo.
Y si de básicos de la cocina coreana se trata, el kimchi es el protagonista. Lo conocemos como el pickle rojo de repollo picante; sin embargo, es sólo una de las 200 variedades. El kimchi responde a un proceso de elaboración en conserva o salmuera. Se prepara y dura todo el mes, y puede ser un acompañamiento, una comida o una sopa. Además, se aconseja consumirlo por sus poderes dietéticos, ya que tiene un compuesto que ayuda a disolver las grasas.
Comentarios sobre este artículo (0)