Peras, aliadas de los huesos y el cerebro

Las peras más conocidas pertenecen a la especie Pyrus communis y maduran desde finales de julio; después de la cosecha, las peras se pueden almacenar durante mucho tiempo en frio en atmósfera controlada. Son frutas falsas (como la manzana y el níspero); desde el punto de vista botánico, de hecho, el verdadero fruto se compone del núcleo o carozo, mientras que la parte comestible es el receptáculo carnoso cubierto por la piel fibrosa.

Ricas en calcio, las peras reducen el riesgo de osteoporosis e impiden el proceso de rarefacción del tejido óseo debido a la desmineralización gradual. Contienen grandes cantidades también de boro, un aliado del cerebro, que mejora la rapidez de reflejos y reacción y la capacidad de almacenar conceptos o conservar recuerdos.

El consumo de 5 peras cubre las necesidades de este mineral esencial. Las peras también contienen una gran cantidad de fibra: 2 peras son suficientes para cubrir el 32% de los requerimientos diarios. La mayor parte se encuentran en la piel y es por eso que comer la fruta sin cáscara permite aprovechar todas las ventajas, incluyendo le efecto anticolesterolémico.

Esta virtud particular se debe al tipo de fibra conocido con el nombre de pectina, la misma que se añade a mermeladas y jaleas para hacerlas espesar. Siendo soluble, la pectina en el intestino forma una capa viscosa que se une al colesterol. Peras y frijoles tienen algo fundamental en común: ambos contienen un tipo de fibra dietética muy eficaz para reducir el colesterol: la lignina.

En la cocina, las peras se combinan con ensaladas, verduras de todo tipo, carnes y postres. Excelentes con quesos, sobre todo si son estacionados.  

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