¿Por qué la harina de trigo integral es mejor que la harina blanca?

La gran tendencia (¿o moda?) hacia los alimentos naturales y saludables, ricos en fibra y nutrientes, ha llevado a que muchos consumidores compren productos de todo tipo, siempre y cuando sus envases lleven la etiqueta "orgánico" o "integral", pero... ¿es cierto que la harina integral es mejor que la blanca?

Además, confiar plenamente en una marca o una etiqueta sin preocuparse por comprender por qué un producto es beneficioso o nocivo, es perjudicial tanto para nuestra salud como para nuestros bolsillos.

Mucho se ha hablado de cómo la clásica harina refinada es perjudicial para la salud de nuestro organismo, y a menudo se sugieren harinas alternativas y alimentos integrales. La harina blanca, que todos conocemos y usamos, no es más que el resultado de un proceso industrial llamado refinación y que significa que los granos se muelen en máquinas específicas, privándolos del germen, el corazón nutritivo del grano que es el que contiene los aminoácidos, ácidos grasos, minerales, vitaminas del complejo B y la vitamina E, y del salvado, la parte más externa del grano, particularmente rico en fibra.

A través de este proceso se obtiene una harina muy sedosa y ligera, que se puede conservar durante mucho tiempo, pero definitivamente baja en nutrientes y muy alta en azúcar. Como todos los productos refinados, su uso habitual da lugar a un aumento en la tasa de glucosa en sangre y una mayor acumulación de grasas depositadas.

Por otro lado, también los productos hechos con harina integral tienen sus riesgos: si la ingesta de fibra es fundamental para el buen funcionamiento de nuestro organismo, los peligros ocultos detrás de una dieta demasiado rica en alimentos integrales son múltiples. La mayoría de las harinas y productos integrales, en realidad están constituidos por harina tipo 0 a la que se añade una cantidad mínima de salvado ya refinado, o sea que carece de nutrientes. Se trata, por lo tanto, de productos doblemente procesados pero que se venden como más saludables.

Pero entonces, ¿la harina integral es mejor que la harina blanca?

Es cierto que las fibras aumentan la sensación de saciedad y facilitan el tránsito intestinal, reducen la absorción de grasa y colesterol, reducen la absorción de sustancias cancerígenas y el riesgo de desarrollar tumores. Por eso, asegurarse de consumir alimentos realizados con verdadera harina de integral es fundamental.

Aún así, las contraindicaciones no son insignificantes: los granos enteros tienen un tiempo de conservación mucho más corto y no son tan apetecibles; además, un consumo desproporcionado de fibra, implica un exceso de "fitatos", es decir, sustancias que impiden la absorción de ciertos minerales, incluyendo calcio y zinc.

En una dieta equilibrada, un correcto aporte de fibra proviene principalmente de frutas y verduras, sin necesidad de complementarlo con harinas y panificados integrales. Pero si realmente, no puede resistirse a tortas, sándwiches, bocadillos y galletas, la opción es asegurarse la calidad de la harina integral comprada. (En la web se venden pequeños molinillos caseros para moler los granos enteros pero... esta opción lamentablemente choca con el ajetreo de la vida moderna).

También es absolutamente importante leer cuidadosamente la lista de ingredientes en los productos que compramos ya preparados y recordar dos reglas simples: un verdadero alimento integral, ya sea pan, pastas o cualquier panificado, tiene un color oscuro homogéneo, mientras que el producido con harina refinada y salvado es básicamente blanco, marcado por los puntos oscuros del salvado agregado.

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