Mantienes la presión baja
El ajo tiene propiedades cardioprotectoras. Aporta minerales como el potasio y el magnesio que reducen los niveles de sodio y reducen ligeramente la presión arterial. Gracias a la presencia de antioxidantes entre los que se encuentran los flavonoides y los compuestos fenólicos, su consumo es capaz de mejorar los niveles de triglicéridos y colesterol total, con una disminución del colesterol LDL "malo" y un aumento del colesterol HDL "bueno". Estas sustancias también contrarrestan los procesos oxidativos y mejoran la circulación sanguínea, fortaleciendo el sistema cardiovascular».
Te mantienes alejado de las infecciones
Consumir un diente de ajo al día también es una excelente manera de ayudar a mantenerse alejado de infecciones. El ajo tiene propiedades antibacterianas y antifúngicas gracias a la riqueza de alicina, un compuesto de azufre que ayuda a combatir las bacterias.
Proteges el hígado y mejoras la digestión
El ajo es rico en antioxidantes que protegen las células del hígado. Contiene selenio y glutatión, una molécula producida también por el hígado, necesaria para su actividad desintoxicante. El ajo también puede mejorar la digestión. Estimula la producción de enzimas digestivas y favorece el crecimiento de una flora intestinal sana y equilibrada. Además, según estudios, el ajo puede ser eficaz para reducir los síntomas de trastornos digestivos como la gastritis. Lo importante es no exagerar en las cantidades porque sino aumentan los riesgos de acidez estomacal y por supuesto mal aliento, sobre todo si, en lugar de consumirlo entero, lo trituras o lo cortas y lo comes crudo, la forma óptima de asegurarte la alicina, compuesto rico en azufre, el responsable de su olor especialmente penetrante.
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