Leche de camello, la bebida de los hipster

El cappuccino de los "hipster" americanos se hace con leche de camello. Es la nueva frontera de la alimentación para los jóvenes californianos más modernos, que adhieren a una tradición que, hasta hace un tiempo, pertenecía sólo a los nómades de Oriente Medio y Asia Central, los beduinos del desierto.

La exportaron dos socios en busca de buenos negocios: el saudita Walid Abdul-Wahab de veinticinco años y Sam Hostetler, un granjero americano Amish, que comenzó con la producción y distribución de leche de camello.

No pasó mucho tiempo, para que esta súper food conquiste a la juventud californiana (e incluso a algunas estrellas como Kim Kardashian, por ejemplo): se vende a 35 dólares el litro como un aliado para la salud, para el bienestar, de fácil digestión, incluso adecuada para las personas alérgicas, buena para el fortalecimiento del sistema inmunológico. También la FAO la aprueba, porque es cremosa, deliciosamente salada, bien provista de hierro, calcio y vitamina C y muy pobre en grasas saturadas.

Pero cuidado: no todos sus supuestas virtudes se pueden demostrar. La Administración de Alimentos y Medicamentos ha investigado a Desert Farms, la compañía de Walid Abdul-Wahab, por sus declaraciones sobre los efectos terapéuticos de la leche de camello (por ejemplo, decían que es útil contra el autismo y la enfermedad de Crohn), y la amenazó, si continuaba con esas afirmaciones, con secuestrar la producción o solicitar una orden judicial contra el empresario.

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