El café por el mundo: Turquía

Los lugares en donde se servía la bebida comenzaron a llamarse, como luego sucedería en todo el mundo, cafés. Esos sitios en donde se reunían los profundos exégetas de la palabra de Allah; donde se discutían las sutilezas de las interpretaciones y se creaba un mundo distinto al Occidental, llamáronse también, Escuelas de la Sabiduría.

Bajo el signo del café se meditó y también se guerreó. Los turcos  marcharon sobre Europa  con cimitarras y sacos de café, y café de los mejores.

Aún ahora, los más exquisitos blends se consiguen y se toman en los países árabes, desde Turquía al norte de África. Y se los sigue preparando como entonces. Allá muelen las bayas en molinillos estrechos hasta convertirlas en un polvo muy fino que se hierve con azúcar en el Ibrik (calderito de cobre con mango largo). La cantidad de azúcar varia con la ocasión y la hora: muy dulce a la mañana, o cuando se festejan acontecimientos felices; amargo en los velatorios y por la noche.

El café a la turca

La proporción depende del gusto; pueden ponerse de una a dos cucharaditas de café y de azúcar, por cada taza y el equivalente a un pocillo de café de agua, también por cada taza.

Se vierten el café y el azúcar en el ibrik y se colocan sobre el fuego con el agua fría. A la primera ebullición, cuando la infusión sube, se retira y se deja descansar un momento. Esta cuidadosa operación se repite dos veces más. Deben contarse tres subidas. Luego se echa apenas agua fría -algunas gotas- que precipitan la borra al fondo.

Los árabes suelen utilizar en lugar de agua común, agua de rosas. Como variante, se puede machacar un grano de cardamomo en el fondo de cada taza o espolvorear algo de canela. Estas adiciones son indispensables en Arabia Saudita.

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