La patata no tenía la culpa

Llevadas a Europa desde América, no fueron muy bien aceptadas por las clases más elevadas. Las olían con desconfianza atribuyéndoles una acción negativa en el adecuado desempeño masculino. Y esa mala fama duró hasta el año 1771 en que el gourmet Antoine Parmentier la reivindicó en una tesis ante la Academie de Besancon. Dijo Parmentier: "Los desánimos amorosos son cuitas de varones desinflados. La tuberosa americana, nada tiene que ver".

La gastronomía francesa recompensó a Parmentier dando su nombre a las famosas Pommes de Terre Parmentier, simples pero  riquísimas.

Sin embargo medio siglo después (1820) Lord Byron, volvió a insistir con el asunto en una carta a Annabella Milbanke, sobrina de Lady Melbourne, a quien advierte: "No os caséis con Douglas Hobhouse; hace todo con apuro y además come demasiada patata".

Más cerca en el tiempo, la patata padeció el ser usada como chivo emisario de panzas y rollitos. "La patata engorda", se afirmó. Pero ahora ya sabemos que su valor calórico es bien bajo: 100 gr. = 80 calorias. Además es una buena fuente de minerales como hierro y magnesio, de varias vitaminas (C, niacina, B1 y B2) y tiene un alto valor proteico por su composición equilibrada de diversos aminoácidos.

Desde un punto de vista alimentario la patata es diez puntos. Tiene incluso más proteínas que la soja. Ahora bien: fritas y muchas, por supuesto engordan.

Como se hacen las Patatas Parmentier

Muy fácil. Cortar las patatas en daditos de 1 cm de lado aproximdamente. Cocinarlas en manteca, con la sartén tapada. Servirlas sazonadas con perejil picado finito.

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