Chalotas brotadas
En nuestra despensa siempre debe haber chalotas. Cualquier simple salsita se transforma, adquiere nobleza y alcanza esplendor cuando uno le agrega 2 o 3 dientes panzones de chalota bien picaditos. Le otorga un toque a bosque francés que gusta hasta al comensal más profano. Ahora bien, las chalotas tienen sus problemas. Primero: no suelen ser económicas. Segundo: no se consiguen todo el año. Tercero: se brotan fácil, y cuando se brotan… no sirven más. Por eso, a la hora de comprarlas, verifique que sean frescas (deben estar duras al tacto), y para evitar la catastrófica posibilidad de que broten y se arruinen hay un remedio drástico: guardarlas en refrigeradora dentro de una balsa hermética de plástico. Allí generan su microclima propio y duran mucho más tiempo.
Recuperar el arroz
“Arroz hervido y piedra suelta no tienen vuelta”, dice un antiguo refrán aragonés y esto es bien cierto porque el arroz crece tanto que cualquiera pierde la noción y hace de más. Ahora bien, si sobra mucho de un buen arroz ¿qué hacer? Cualquier cosa menos tirarlo. Antes bien, recuperarlo. Pero ¿cómo? Hay un sistema para reciclar arroz. Póngalo en una sartén enmantecada y distribuya más pedacitos de manteca sobre la superficie. Sazone con sal y pimienta, cubra el recipiente con una hoja de papel aluminio e introduzca en horno calentado -temperatura 200 grados aproximadamente- por 15 minutos. Al retirar, menee con tenedor para que los granos queden sueltos.
Anchoas muy saladas
Existe un recurso muy antiguo y sencillo para desalar esas anchoas conservadas en sal que trajimos de nuestro viaje a la costa. Simplemente poner las anchoas en un plato con leche y retirarlas 10 minutos después: los filetes estarán completamente listos para consumir sin riesgo de picos de presión. Y dicen algunos que esa leche anchoizada es un manjar absolutamente inolvidable para nuestra mascota felina… por las dudas, consulte a su veterinario.
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