Por supuesto, también es cierto que cuando has tenido un mal día nada puede hacerte volver a sonreír como probar un bocado de tu plato favorito. La comida siempre nos ha hecho felices. Si lo piensas bien, nuestros recuerdos están relacionados principalmente con largas charlas sobre comidas deliciosas.
Por eso sucede que cuando estamos nerviosos, inmediatamente pensamos en consolarnos con la comida. Si has pasado por esto al menos una vez, sabes de que se trata. ¿Tienes presente esos momentos del día en los que sólo comerías las cosas más grasosas y engordantes que tienes en casa? Bueno, eso no es hambre real, sino simplemente hambre nerviosa.
Qué es y cómo se combate el hambre nerviosa sin demasiadas privaciones
A menudo el hambre nerviosa no se refiere a una necesidad real de alimento, sino más bien a una respuesta al estrés. Un poco como cuando Bridget Jones, cansada de constantes decepciones amorosas, ahoga sus penas sentimentales en un delicioso bote de helado de chocolate. La buena comida es buena para la mente, eso seguro, pero abusar de ella en exceso es malo para el cuerpo.
Si sufres de hambre nervioso, existe una solución en la que nunca habrás pensado pero que podría cambiar la forma de abordar la comida para siempre.
Consejos sobre el hambre nervioso
Si experimentas un ataque de hambre nerviosa durante el día, no tegas miedo de comer: la privación forzada podría tener un impacto peor. De hecho, según los expertos en nutrición, los ataques de hambre nerviosa pueden incluso apaciguarse recurriendo a alimentos grasos.Si tenemos hambre, por ejemplo, se pueden comer aceitunas, o frutos secos, o incluso un poco de mantequilla, para recuperar la sonrisa.
Lo fundamental cuando se comen alimentos grasos y no se quiere engordar es no asociarlos nunca, nunca, con hidratos de carbono y azúcares. Por ejemplo, si quieres mantequilla, cómela. Pero se recomienda: no untarla sobre pan. Cuando se combinan con carbohidratos, las grasas permanecen más tiempo en el estómago y se absorben.
Sin embargo, hay que subrayar el hecho de que el hambre nerviosa podría transformarse (aunque no necesariamente) en un trastorno alimentario.
Por lo tanto, si consideras que la situación se te va de las manos, no dudes en hablar con alguien al respecto y pedir ayuda a un especialista, quien podrá darte el apoyo psicológico necesario y además proporcionarte un plan nutricional adecuado.
Comentarios sobre este artículo (0)