Comerlo con toda la piel
A menos que se tengan problemas digestivos, conviene comerlo con toda la piel. La piel del tomate es la parte más rica en antioxidantes. Aporta altas cantidades de betacaroteno, un precursor de la vitamina A, que es valiosa contra la agresión de los radicales libres, las principales causas del envejecimiento prematuro.
Cortarlo justo antes de comerlo crudo
Los tomates son ricos en vitamina C, un excelente aliado para la salud esquelética. Promueve la producción de colágeno, una proteína que mantiene los músculos tonificados y los huesos fuertes. Para conservarla mejor, cortar el tomate justo antes de agregarlo a la ensalada. La vitamina C tiende a dispersarse fácilmente en contacto con el aire.
Cocinarlo por períodos cortos
El tomate aporta vitamina B6, que es útil para el buen funcionamiento del sistema inmunológico. Esta vitamina es sensible al calor. Entonces, para no arriesgarnos a reducir sus beneficios, es necesario limitar al mínimo los tiempos de cocción de este alimento, por ejemplo, saltándolo unos minutos en una sartén con un chorrito de aceite de oliva virgen extra.
Combinarlo con pescado
El tomate es una buena fuente de antioxidantes, moléculas capaces de bloquear la acción nociva de los radicales libres, responsables del envejecimiento prematuro. Entre ellos, se destaca la vitamina E, que asegura una piel suave y flexible y también es buena para la circulación. Para absorberlo mejor, lo ideal es combinar tomates en una misma comida con alimentos que contengan ácidos grasos esenciales como aceitunas, pescado, frutos secos y algunas variedades de verduras.
Consumirlo cocido con aceite de oliva
El tomate es una excelente fuente de carotenoides, en particular de licopeno, que tiene propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Para potenciar sus efectos beneficiosos, consumirlo ligeramente cocido con un chorrito de aceite de oliva virgen extra. La cocción en grasa aumenta su concentración y lo hace más absorbible por el organismo.
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