Aunque las cocinas mediterráneas tienen siglos, fue la dieta mediterránea la que la puso de moda fuera de los contornos del Mare Nostrum. El descubrimiento de que los habitantes de aquellas geografías vivían más y mejor hizo que el resto del mundo comenzara a interesarse sobre todo en el aceite de oliva –largamente denostado-, en el ajo (tan despreciado) y en el vino tinto, que los especialistas consideran beneficioso para bajar el colesterol (si se bebe en dosis moderadas).
Oliva y aceitunas, ajo, trigo, pescados azules (sardinas, anchoas, atún), carnes magras (cordero y conejo), quesos magros, verduras y hierbas aromáticas son el identikit de esta cocina-dieta del placer.
La cocina mediterránea reina desde Andalucía hasta Estambul y desde Creta hasta Marruecos, resultado de siglos de comercio, guerras y posesiones políticas.
Es interesante encontrar las similitudes y diferencias entre los mismos platos en distintos países. Por ejemplo la presencia del bacalao noruego en el recetario mediterráneo dio origen al brandade provenzal, exqueixada catalana, albóndigas valencianas y las croquetas griegas. Esto se debe a que los pesqueros nórdicos terminaban en el Mediterráneo en busca de la sal para la conservación de sus pescados.
Muchas veces pasa por los productos que se comercializan y por las técnicas o por los recipientes tradicionales utilizados, lo que da el nombre a las comidas elaboradas. Por ejemplo, el Tajine de Marruecos.
En la próxima entrega, una recorrida por las cocinas más emblemáticas de esta cultura que sigue ganando adeptos.
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