Un robot en la cocina

Amasan, trituran, cortan en láminas, bastoncitos, cuadraditos, mezclan, rallan, baten, pulverizan, emulsionan, exprimen selectivamente, en fin, cosa de robots.
Tarde o temprano, la mayoría de los usuarios terminan por reducir el uso de estos aparatos al exprimidor, rallador de queso, de zanahoria y poco más. Igual que la cocina microondas, librada al sino fatal de calienta-biberón del nene o el agua del café, los robots terminan siendo mal o muy poco utilizados por sus dueños.
La compra se realiza con pasión estudiantil y la puesta a prueba del trabajo cibernético no es menos entusiasta.
Pero en algún momento, sobreviene el desánimo y poco a poco, sin saber cómo y por qué, del robot pocos se acuerdan.

A veces, hay como miedo al cambio: "¿Realmente hará todo lo que te dijeron que hace, o será puro cuento de los fabricantes?" Como lindo es lindo. Aquí están las instrucciones. Habrá que estudiarlas. Eso, exactamente. Y seguirlas a pie juntillas y sin titubeos que anulen capacidad operativa. Porque, en verdad, los pequeños monstruos eléctricos chillan, pero no muerden.

Pero, ¿Cómo lograr que el procesador de alimentos sea eficiente en serio? Dos condiciones se imponen:
1. Que el cocinador que se robotice buen cocinador ha de ser.
2. Que haya suficiente espacio en la mesada de la cocina para tenerlos siempre listos como boy scout, y los accesorios, tan a mano como el pote de sal. Y un enchufe ahí mismo. Los cables de toda esta robótica son cortos adrede: no tienen que andar colgando de aquí para allá. Agregarles un prolongador, sí, ¡Pero cuidado con los frasquitos del especiero!.
Pensados para integrarse naturalmente al mobiliario de la cocina, para que no bien uno estire el brazo ya quede conectado tu marciano favorito. Caso contrario, si se lo destierra a una alacena cada vez que uno piensa en armarlo, ponerlo en marcha y usarlo, después desmontarlo, lavar los chirimbolos y volver a guardarlo todo prolijamente..., el trámite se vuelve muy desalentador. "Mejor agarro la tabla de picar y a otra cosa".

Sobre su utilidad, todo es cuestión de sacarle provecho en aquellas tareas para las que realmente sirve y nos evita perder tiempo.
Tanto para los iniciados como para los desencantados del robot, van las siguientes reflexiones:

- Las salsas emulsionadas tipo mayonesa salen bien, pero suelen ser uno de los logros más conflictivos. Según qué tipo de robot, trabaja mejor o peor las yemas (sean éstas pocas o muchas); a veces hay riesgos de que queden absolutamente chirles, por lo mismo que otras tienden a salir algo duras por exceso de revoluciones (no todo el mundo las controla fácilmente).
En todo caso, esta última variable es más manejable, pues se puede ir aflojando la tensión del montaje con chorritos breves de agua fría... ¡Santo remedio!.

- Grande robot cuando se trata de triturar, picar, desmenuzar. Con sus matices, lógico. Digamos que van bien, muy bien para la molienda de frutos secos, pan seco, galletitas o hacer purés de vegetales y frutas. En cambio, se portan excesivamente bien con las carnes. Las homogeiniza demasiado y terminan casi siempre con aspecto de mousse . Entonces: genial para hígados, sesos y pescados. Pero cuando éste no es el objetivo perseguido, se puede:
(a) pedir al carnicero de confianza que pique por uno, como hizo siempre;
(b). no rendirse y minimizar estas dificultades de la eficiencia exagerada, haciendo funcionar al robot a impulsos breves en vez de hacerla en un tiempo corrido. Este método también es aplicable a otros productos de acuerdo a lo que se quiera conseguir.

- Para amasar, la robótica tiene sus vueltas. Más preparada para trabajar masas mórbidas (tipo scons, brownies, plum-cakes & cía), que las duras.
No defrauda sin embargo cuando se trata de amasar pan. Lo que no se debe hacer jamás es sobrecargar la capacidad del aparato. Trabajando con la mitad de las cantidades sugeridas por el fabricante (recetarios mediante) se logran mejores resultados.

- Maravillosos para filetear zanahorias, zapallitos largos, papas y vegetales del estilo, es decir, de pulpas compactas. Julianas y bastoncitos también se logran.

- Uno de los grandes divertimentos del procesador es el corte de algunas verduras y hortalizas en julianas ultra delgadas. Es la solución para los repollos que son tan ricos para ensaladas en crudo: así, hechos cabello de ángel, más agradables.

- No es recomendable que el robot se haga cargo del triturado de hierbas frescas: el shock es tan violento que la acción de triturar, aún hecha por impulsos brevísimos, incorpora demasiado oxígeno al picadillo; no todas resisten, caso de la albahaca, el estragón, el eneldo. Estas suelen perder aroma y hasta se amargan al gusto. Con las hierbas secas en cambio, funciona muy bien.

- Obviamente, sigue siendo inobjetable el uso del robot para:
(a) Montar claras.
(b) Rallar quesos.
(c) Exprimir cítricos.
Para una o dos frutas, resulta más práctico el exprimidor manual. Pero a mayor cantidad, mejor mecanizar la labor: se gana en tiempo y en jugos.

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