Un aderezo para cada ensalada

Las variaciones no sólo giran alrededor del aceite de oliva, de maíz o de maní, sino que también abarcan al vinagre y al limón y, entre los vinagres, el de vino, el de manzana, o el sofisticado aceto balsámico.

La lechuga común resalta su sabor con una vinagreta suave, aderezada casi en el momento de ser servida, para evitar que se marchite, pero también va muy bien con crema de leche, limón, sal y pimienta. Unos daditos de pan tostados o fritos y daditos de queso la convertirán en una pequeña entrada.

La escarola acepta la vinagreta mezclada con huevo duro deshecho, y se puede perfumar con una tostada frotada con ajo puesta en el fondo de la ensaladera.

Los berros deben aderezarse en el momento de servirse con una simple vinagreta o solamente con jugo de limón, lo que no altera en absoluto su sabor original.

Las verduras de hojas más amargas, como la radicheta y las frisadas, exigen un aderezo más intenso y pueden combinarse con remolacha cortada en daditos y con cubos de pan tostados y frotados con ajo.

La vinagreta perfecta

Esta es la fórmula infalible para una vinagreta: dos cucharadas de vinagre, cuatro de aceite, un cuarto de cucharadita de sal y varias vueltas de molino de pimienta negra. Esta preparación rinde para una ensalada para seis porciones y el vinagre puede reemplazarse por jugo de limón o bien mezclar ambos. Para dar un toque veraniego, un puñado de hierbas frescas picadas será muy oportuno.

Si se va a emplear aceto balsámico para aderezar ensaladas, hay que respetar el orden de añadir primero la sal, luego el vinagre balsámico y finalmente el aceite, primero colocar los alimentos en la fuente de servir y aliñar inmediatamente antes de presentarlos en la mesa.

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