Buenos modales: servilletas

¿Diestra o siniestra? Ésa es una de las grandes disyuntivas que tenemos al ubicar las servilletas. En general existen dos formas diferentes de organizar una mesa: al estilo inglés, con la servilleta del lado derecho, y a la francesa, presentándola doblada, con un pan entre sus pliegues, sobre el lado izquierdo

Durante una comida hay dos momentos clave para usar la servilleta: antes y después de beber. Antes, para no dejar recuerdos dentro de la copa, y después, para secarse los labios. Labios y nada más que labios. Suave y delicadamente, sin frotarla ni recorrerla de punta a punta como si de una armónica se tratara. Ni la cara, ni la frente, ni las manos deben ser limpiadas con la servilleta.

Si tenemos que abandonar la mesa por un momento, la servilleta se deja sobre la silla. Al concluir la comida, se deja indistintamente sobre el lado derecho o izquierdo, pero sin procurar dejarla como estaba originalmente. Se dobla sin demasiado cuidado. Olvidarse de la servilleta y dejar que caiga al piso al retiramos de la mesa es evidencia de descuido.

Los servilleteros no eran usados en ocasiones formales, pero hoy en día son válidos para vestir y adornar una mesa; un simple moño de tela o rafia puede ser un detalle simpático si lo hacemos con buen gusto.

Como todos los extremos son malos, no hay que dejar de usar la servilleta, pero tampoco hay que abusar de ella. Se usa cuando es necesario y con moderación. Limpiarse insistentemente puede parecer un tic y terminar poniendo nerviosos a los demás comensales.

Lo primero que debemos hacer al sentamos a la mesa es tomar nuestra servilleta, que estará prolijamente doblada en forma rectangular o triangular y correctamente ubicada del lado derecho o sobre el plato, jamás dentro de la copa!

Ahora bien, tomarla no significa desplegarla cual sábana al viento sobre la mesa. Se desdobla (pero no por completo), por debajo de la mesa y se coloca sobre las piernas. No existe otro lugar posible ni permisible para ella.

Ni hablar de colocar un extremo de la servilleta del cuello de la ropa y otro debajo del plato.  Esta costumbre se adquirió en el siglo XIX, cuando se generalizó el consumo de frutos del bosque, porque las manchas que ocasionaban constituían un serio inconveniente. El babero se reserva para los más pequeños. Si un adulto usara la servilleta de ese modo pondría en evidencia su mal manejo de los cubiertos.

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