Es el caso del polvo de ajo o de cebolla. La cebolla y el ajo son excelentes ingredientes para muchas recetas, también aportan muchos beneficios a nuestro organismo, pero no siempre son apreciados por todos. A menudo, el sabor picante, la difícil digestión y aún más, el fuerte olor que queda después de haberlos comido, son para muchos, elementos disuasorios para su consumo habitual.
Ambos tienen muchos beneficios nutricionales, por lo que es importante integrarlos en nuestra alimentación. Es cierto que el sabor persistente y una sensación de pesadez que dejan después de una comida, a menudo provocan que se los excluya. Para ello el polvo casero de cebolla o de ajo pueden ser una buena alternativa.
El ajo y la cebolla reducidos a polvo, pierden buena parte del agua contenida dentro de ellos y, una vez secos, su olor tan persistente disminuye en gran medida, aunque mantienen la capacidad para enriquecer el sabor de un plato dando aromas y perfumes. Preparar el polvo es muy sencillo, aunque requiere un poco de tiempo.
Como se preparan
Pelar un par de cebollas o unos dientes de ajo, retirándoles las partes externas.
Con la ayuda de un cuchillo afilado cortar en rodajas muy finas y disponerlas bien extendidas sobre una bandeja para hornear. Precalentar el horno a 120 ° C y, una vez que llegue a la temperatura de cocción, llevar la bandeja al horno y cocinar a fuego lento durante aproximadamente 2 horas. Estarán listos cuando las rodajas de cebolla o ajo se desintegren fácilmente sólo con la ayuda de las manos.
Una vez fuera del horno dejar enfriar reducir todo a polvo, si es necesario con la ayuda de un cuchillo. El polvo de cebolla o de ajo se pueden almacenar durante mucho tiempo en un frasco herméticamente cerrado, listos para utilizar para dar a los platos un sabor único y sin que resulte pesado al comer.
Comentarios sobre este artículo (0)