Se trata de la miel, pero más que "miel" se debería hablar de "mieles": dependiendo de la flor de la que las abejas la extraen, la miel cambia de sabor, aroma, consistencia y color y, con sus variantes representa una de las muchas riquezas de la biodiversidad que caracteriza los distintos territorios.
¿Por qué la miel es buena?
Se reconoce desde la antigüedad como un edulcorante natural: está compuesta en su mayor parte por glucosa y fructosa, azúcares simples que son absorbidos directamente por el organismo y por esta razón es una fuente de energía disponible de inmediato. Además de esto, es rica en oligoelementos y vitaminas, especialmente B y C y, estudios recientes han demostrado un alto poder antioxidante en los polifenoles que contiene la miel, especialmente en oscuras, como la de castaño y del bosque. Además, siempre se han reconocido propiedades calmantes y purificantes, que hacen que la miel sea ampliamente utilizada también en cosméticos, como un aliado antienvejecimiento para la piel.
Cada miel tiene sus propiedades. Como se mencionó anteriormente, las mieles no son todas iguales y las oscuras, por ejemplo, neutralizan los radicales libres presentes en nuestro cuerpo más que las demás.
¿Cuáles son las propiedades características de las diversas mieles?
Miel de madroño: Su temporada es el otoño, tiene un color que varía de avellana a marrón, con tonos ámbar. El madroño es una planta medicinal: su miel tiene propiedades balsámicas y purificantes. Perfecta con tisanas a base de raíces y corteza, dado su sabor amargo.
Miel de acacia: Es probablemente la más difundida y usada: su color es casi transparente y generalmente es muy líquida, con un sabor delicado. Precisamente por estas dos características, es perfecta como edulcorante en lugar del azúcar: no altera el sabor de los alimentos y las bebidas.
Miel de naranja: Tiene un color muy claro, del blanco al amarillo pajizo y su sabor es afrutado, con una agradable nota ácida. Se le reconocen propiedades relajantes, especialmente contra la ansiedad y los dolores de cabeza.
Miel de castaña: Es líquida y de color oscuro, ámbar y su sabor es amargo. Tiene propiedades antiinflamatorias y es un excelente aliado contra el envejecimiento celular, gracias a su acción antioxidante.
Miel de eucalipto: Su color es ámbar y tiene un sabor intenso, similar al del regaliz. Sus propiedades son principalmente balsámicas y antisépticas, por lo que es ideal para calmar resfriados y dolores de garganta.
Miel de cilantro: Tiene un sabor dulce, casi exótico, dada la nota final que recuerda al coco, y su color es claro, naranja pálido. Sus propiedades desinfectantes y desintoxicantes son reconocidas sobre todo para el estómago y los intestinos.
Miel de girasol: Inmediatamente recuerda el verano, la estación de su cosecha. Tiene un color claro y huele a polen, hierba de verano y heno. Sabe a albaricoque, con un toque de piña y mango confitado. Tiene propiedades antineuralgicas, por lo que es un aliado para tratar la gripe y los resfriados. También se recomienda para aquellos que sufren de colesterol alto, ya que baja su nivel.
Miel del bosque: Es la única miel que no deriva de flores, sino de la melaza (la secreción azucarada emitida por algunos insectos que chupan la savia de los árboles): de color oscuro, no muy dulce, recuerda el sabor de los dátiles y las frutas cocidas y es líquida. Al ser rica en nutrientes, como potasio, sodio y magnesio, es perfecta para quienes practican deportes.
Miel de flores silvestres: Sus características dependen mucho del área de recolección, se produce en primavera y verano y suele ser de color claro, con un sabor dulce, afrutado o floral. Al igual que la de acacia, es un excelente edulcorante natural y tiene propiedades calmantes.
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